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Nadie conoce la realidad exterior, lo que hacemos es crear una representación de la misma a través de los sentidos que tenemos, y esta puede ser más o menos acertada, más o menos parecida (pero nunca igual) a la representación de otras personas.
En este proceso de percepción se encuentra el olfato, muchas veces olvidado y minusvalorado, pero realmente importante, tanto es así, que sin él la vida sería cruel e insufrible.
La percepción del olor se realiza en el cerebro y, mientras que en otros sentidos como la vista y el oido el recuerdo se produce de manera directa y precisa, en el caso del olfato, al igual que en el gusto y el tacto, la memoria de los mismos está más relacionada con las emociones que producen estos sentidos que con el recuerdo de lo que percibimos a través de ellos. Es decir, la mayor parte de personas cuando huelen algo suelen identificarlo, pero cuando de lo que se trata es de recordar, les resulta más fácil acordarse de si "les gustaba", si "olía bien o mal", que acordarse del olor en sí mismo.
Esto ocurre porque este sentido activa en mayor medida la región cerebral de la memoria episódica, que la memoria semantica. Recordemos que la memoria episódica es donde almacenamos nuestras experiencias pasadas, nuestra vida personal, mientras que la semántica es la memoria del significado y la más parecida a lo que entendemos como memoria a largo plazo.
Sin embargo, es posible entrenar el sentido del olfato para que la percepción de los olores nos evoquen recuerdos más concretos en todos sus aspectos y detalles.
Necesitarás varias sustancias para oler, por ejemplo, un perfume, una copa de vino, una de licor, algún producto detergente, un ambientador, un trozo de queso, una taza de café... lo que se te ocurra.
Cuando tengas estas sustancias preparadas, siéntate y ponte cómodo para empezar a oler. Pon los recipientes donde tengas los productos en línea, con un orden determinado, y empezando por el primero, huélelo durante un rato con los ojos cerrados.
Debes aspirar su olor primero por la boca, con la nariz tapada, para olerlo por vía retronasal, y posteriormente por la nariz, con la boca cerrada. Concéntrate e intenta distinguir los matices que tienen, otros posibles olores escondidos bajo el original o su intensidad.
Muchos perfumes tienen un componente de madera, diversas flores, esencias de vainilla, toques metálicos... Lo mismo pasa con el vino y con los licores.
Una vez olida la primera sustancia, trata de recordarla mentalmente, no sólo su olor, también las sensaciones que te ha producido como el empalago, el picor, lo agradable que tiene o su dulzura. Repite el proceso con todas las demás sustancias y luego retíralas.
Una hora más tarde, siéntate en un lugar cómodo, ventilado y sin olores, cierra los ojos e intenta recordar algún olor sin tener la sustancia en tu nariz, intenta revivir en tu mente con la mayor precisión cada sustancia y luego comparar tu recuerdo con el original, observando los fallos y los aciertos. Para ello, puedes seguir el orden en que los has olido, y luego, hacerlo al azar.
Es posible que la primera vez que realices este ejercicio te resulte muy complicado, no obtante con la práctica te irá resultando mucho más fácil hasta el punto de rememorar los aromas con gran facilidad.
Siempre que estés en un sitio nuevo, trata de buscar los olores presentes e identificarlos. No tienen que ser sitios desconocidos, lo puedes hacer cuando llegues a tu lugar de trabajo, en tu casa cuando acabe la jomada. Haz lo mismo en las cafeterías, los cines, las tiendas y en cada sitio que vayas: una frutería, cuando vayas al mercado, en una pastelería,... aprovecha cualquier circunstancia para ejercitar el olfato y su memoria.
Con el tiempo descubrirás que ejercitando este sentido tendrás una mayor agudeza y sensibilidad para percibir el entorno que te rodea. Intelectualmente, tendrás un cerebro en forma y ejercitado.
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