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Si tuviese que contestar la siguiente pregunta: ¿Qué es la esclavitud? y respondiera en pocas palabras:
Es el asesinato, mi pensamiento se aceptaría desde luego.
No necesitaría de grandes razonamientos para demostrar que el derecho de quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad, es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hombre es asesinarle.
¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta qué es la propiedad,diciendo concretamente la propiedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más que una simple transformación primera?
Me decido discutir el principio mismo de nuestro gobierno y de nuestras instituciones, la propiedad; estoy en mi derecho.
Puedo equivocarme en la conclusión que de mis investigaciones resulte; estoy en mi derecho.
Un autor enseña que la propiedad es un derecho civil, originado por la ocupación y sancionado por la ley; otro sostiene que es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; y estas doctrinas tan antitéticas son aceptadas y aplaudidas con entusiasmo.
Yo creo que ni el trabajo, ni la ocupación, ni la ley, pueden engendrar la propiedad, pues ésta es un efecto sin causa.
¿Se me puede censurar por ello? ¿Cuántos comentarios producirán estas afirmaciones?
¡La propiedad es el robo! ¡He ahí el toque de rebato del 93! ¡La turbulenta agitación de las revoluciones!
No olvidemos esto!
En “Miseria de la filosofía” Marx, cita a Bray:
“Es claro —continúa el señor Bray— que, cualquiera que sea la forma de gobierno que establezcáis…, por mucho que prediquéis en nombre de la moral y del amor fraterno…, la reciprocidad es incompatible con la desigualdad de los cambios.
La desigualdad de los cambios, fuente de la desigualdad en la posesión, es el enemigo secreto que nos devora (No reciprocity can exist where there are unequal exchanges. Inequality of exchanges, as being the cause of inequality of possessions, is the secret enemy that devours us)”.(Bray, págs. 51 y 52).
“La consideración del objetivo y de la misión de la sociedad me autoriza a hacer la conclusión de que no sólo deben trabajar todos los hombres y de obtener de este modo la posibilidad de cambiar, sino que valores iguales deben cambiarse por valores iguales.
Además, como el beneficio de uno no debe ser una perdida para otro, el valor se debe determinar por los gastos de producción.
Sin embargo, hemos visto que, bajo el régimen social vigente, el beneficio del capitalista y del rico es siempre una pérdida para el obrero, que este resultado es inevitable, que bajo todas las formas de gobierno el pobre queda siempre abandonado enteramente a merced del rico, mientras subsista la desigualdad de los cambios, y que la igualdad de los cambios sólo puede ser asegurada por un régimen social que reconozca la universalidad del trabajo…
La igualdad de los cambios hará gradualmente que la riqueza pase de manos de los capitalistas actuales a manos de la clase obrera”. (Bray, págs. 53-55.)
“Mientras permanezca en vigor este sistema de desigualdad de los cambios, los productores seguirán siendo siempre tan pobres, tan ignorantes, estarán tan agobiados por el trabajo como lo están actualmente, aun cuando sean abolidos todos los gravámenes, todos los impuestos gubernamentales…
Sólo un cambio total de sistema, la introducción de la igualdad del trabajo y de los cambios, puede mejorar este estado de cosas y asegurar a los hombres la verdadera igualdad de derechos…
A los productores les bastará hacer un esfuerzo —son ellos precisamente quienes deben hacer todos los esfuerzos para su propia salvación— y sus cadenas serán rotas para siempre… Como fin, la igualdad política es un error, y como medio, también es un error (As an end, the polítical equality is there a failure, as a means, also, it is there a failure).
La desigualdad de los cambios, la diferencia de precios en las compras y las ventas, no puede existir sino a condición de que los capitalistas sigan siendo capitalistas, y los obreros, obreros: los unos, una clase de tiranos, y los otros, una clase de esclavos…
Esta transacción prueba, pues, claramente que los capitalistas y los propietarios no hacen más que dar al obrero, por su trabajo de una semana, una parte de la riqueza que han obtenido de él la semana anterior, es decir, reciben algo y a cambio no le dan nada (nothing for something)…
La transacción entre el trabajador y el capitalista es una verdadera farsa; en realidad no es, en miles de casos, otra cosa que un robo.
Tenemos que desprendernos de todo,para encontrarnos a nosotros mismos.
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