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En un estado de silencio se conecta con el "campo profundo" de relajación, donde nos confiamos al universo y la curación se hace posible. Este es el mensaje de Clif Sanderson, quien desarrolló hace 40 años un método de relajación (Deep Field Relaxation, DFR) a partir de la milenaria sabiduría chamánica de los maoríes.
La idea básica es que toda persona puede curarse a sí misma alcanzando un estado de profunda relajación. Sanderson se refería a este estado como como "campo universal", "campo informativo de la creatividad", "la fuente" o "punto cero". Y no tiene límites. En él no existen el miedo, la tensión o la ansiedad. Se puede experimentar la alegría y el bienestar, la transformación personal y, finalmente, la curación.
Existen tres diferencias esenciales entre la DFR y cualquier otra técnica de relajación o meditación. La primera es que el terapeuta se sumerge en el mismo estado de conciencia que su paciente. La segunda es el hecho de que lo acompaña. La tercera, que ambos asumen que no conocen la causa de la enfermedad y que no hay nada especial que hacer. Solo confían en lo que sucede durante la relajación, mientras ambos están conectados con ese "campo universal". Clif Anderson ha practicado su terapia con resultados positivos en personas afectadas por el desastre de Chernóbil.
El terapeuta se sumerge en el mismo estado de conciencia que su paciente, conectados con ese "campo universal"
En la DFR no existen las preguntas, sino que se acepta lo que ocurre en el momento. Si no sabemos por qué una situación es como es, tampoco sabemos lo que hay que hacer y, por lo tanto, no hacemos nada. Durante la sesión el terapeuta y el paciente están en silencio en un estado de gran tranquilidad, sin perseguir ninguna meta. En ese momento de silencio compartido, se hace sentir la unión con el "campo profundo". Entonces son posibles los cambios, porque el orden natural del campo reinforma el cuerpo y el ser.
ACOMPAÑADOS SIN SER JUZGADOS
Un ser humano nunca está solo. No estamos solos en el vientre materno y no estamos solos en la sociedad, pero al romperse los espacios compartidos, dentro de uno mismo y fuera, sobrevienen crisis, nos desequilibramos y caemos. En la DFR, la función del terapeuta es acompañar, sin hacer, sin enjuiciar. Crea un espacio seguro y protegido en el que el paciente se puede relajar y soltar.
La respiración consciente y el silencio son los instrumentos con los que se consigue el estado de relajación profunda. El terapeuta entra en su propio silencio meditativo. No aplica nada, no se concentra en síntomas ni en causas de enfermedad. Su misión es estar simplemente presente en un estado de paz interior que se transmite al paciente.
Este estado es igual de contagioso que una risa sincera o un bostezo. El papel de los terapeutas de DFR consiste en llevar el espíritu al instante del silencio en el que son posibles los milagros. El estado interior del terapeuta es empático. Toca suavemente al paciente en la cabeza o en los hombros para darle un sentimiento de seguridad. Aceptar la idea de no hacer nada es todo un reto y para ello nos ayudará conocer la filosofía taoísta y el wu wei, "hacer en la inacción".
Se trata de fluir con el río, con la energía universal. Nos relajamos y dejamos que suceda lo que deba suceder.
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